A más de uno le encantaría no tener que hacerlo. De hecho lo vemos cada día
en la imposición de leyes y decisiones arbitrarias provocadas por democracias
absolutistas. Acostumbrarse a ejercer el poder, sin más límites que una o dos
personas por encima a las que te camelas en un buen restaurante, es una
erupción volcánica de consecuencias muy graves. Las estamos viviendo desde hace
dos años. Las mayorías absolutas están demostrando ser tan autoritarias o más
que las dictaduras. Muchas son las personas que sienten que ha vuelto Franco.
Incluso peor porque la política viene disfrazada de palabras vacías, huecas
recogidas en un manual de uso de los partidos que se cuelan en las mentes de
quienes tienen poco tiempo para reflexionar porque el trabajo se les lleva las
24 horas del día trabajando o buscándolo.
Pero no hay más futuro que el entendimiento. La famosa empatía. Ponerse en
el lugar del otro, entenderlo y llegar a un acuerdo. Los ciudadanos estamos
acostumbrados a hacerlo en la cotidianeidad de nuestras republicas, aunque nos
cuesta ejercerla cuando salimos de nuestras cuatro paredes. Sin embargo es un
ejercicio que no hay más remedio que seguir practicando sopena de seguir siendo
esclavos de otros que deciden por nosotros.
Si bien a los de a píe nos espera una larga tarea los que se asoman desde
su pedestal dándonos órdenes y dirigiendo nuestras cuentas están obligados a
entenderse sí o sí. El problema que impide que este país avance no es otro que
la mediocridad de carácter de la mayoría de las personas que ejercen el poder.
Ahí es donde está el problema de fondo. Los políticos son como usted y como yo.
Lamentablemente por muchos conocimientos universitarios que posean, que no es
así en un alto porcentaje de casos, su crecimiento personal y social es cero. No
se levantan cada día pensando en el bien común, sino en cómo van a tumbar a
fulanez para que no se olvide de quien manda, o como convencer a tal empresario
para que siga soltando pasta al partido. Lamentablemente esto no ha cambiado.
Llevo casi 30 años ejerciendo el periodismo y veo lo mismo hoy que cuando
empecé.
Lo chistoso es que nos las cuelan a tutiplén y nadie se acuerda de ser el niño
de la parábola viendo al emperador desnudo. ¿Usted firmaría un recibí por un
dinero que no va a cobrar? Nadie en su sano juicio se cree la bola esgrimida
ante el juez Ruz por el gerente del PP de Mª Dolores de Cospedal. ¿Pero es que
estamos fabas, o qué? Y ahí, con su desfachatez, nos sueltan milongas que como
autómatas digerimos sin pararnos a pensar. El milongismo va a ser la tónica que
nos espera hasta el 2015. Mentiras a capazos que unos tragarán porque si no se
quedan sin dar de comer a sus hijos y otros rechazarán de facto rebelándose mientas
se dejan la piel desgañitándose en intentos sin futuro. Mientras sigamos
votando mediocridad personal y ausencia de autenticidad seguiremos recogiendo
más de lo mismo. Por eso la única
escuela de la que pueden salir en varias generaciones estadistas políticos con amplias
miras sociales es la de obligarles a entenderse, a cuestionar sus decisiones, a
ver otras perspectivas y sobre todo a ganar en humildad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario