jueves, 7 de noviembre de 2013

Estamos obligados a entendernos

A más de uno le encantaría no tener que hacerlo. De hecho lo vemos cada día en la imposición de leyes y decisiones arbitrarias provocadas por democracias absolutistas. Acostumbrarse a ejercer el poder, sin más límites que una o dos personas por encima a las que te camelas en un buen restaurante, es una erupción volcánica de consecuencias muy graves. Las estamos viviendo desde hace dos años. Las mayorías absolutas están demostrando ser tan autoritarias o más que las dictaduras. Muchas son las personas que sienten que ha vuelto Franco. Incluso peor porque la política viene disfrazada de palabras vacías, huecas recogidas en un manual de uso de los partidos que se cuelan en las mentes de quienes tienen poco tiempo para reflexionar porque el trabajo se les lleva las 24 horas del día trabajando o buscándolo.
Pero no hay más futuro que el entendimiento. La famosa empatía. Ponerse en el lugar del otro, entenderlo y llegar a un acuerdo. Los ciudadanos estamos acostumbrados a hacerlo en la cotidianeidad de nuestras republicas, aunque nos cuesta ejercerla cuando salimos de nuestras cuatro paredes. Sin embargo es un ejercicio que no hay más remedio que seguir practicando sopena de seguir siendo esclavos de otros que deciden por nosotros.
Si bien a los de a píe nos espera una larga tarea los que se asoman desde su pedestal dándonos órdenes y dirigiendo nuestras cuentas están obligados a entenderse sí o sí. El problema que impide que este país avance no es otro que la mediocridad de carácter de la mayoría de las personas que ejercen el poder. Ahí es donde está el problema de fondo. Los políticos son como usted y como yo. Lamentablemente por muchos conocimientos universitarios que posean, que no es así en un alto porcentaje de casos, su crecimiento personal y social es cero. No se levantan cada día pensando en el bien común, sino en cómo van a tumbar a fulanez para que no se olvide de quien manda, o como convencer a tal empresario para que siga soltando pasta al partido. Lamentablemente esto no ha cambiado. Llevo casi 30 años ejerciendo el periodismo y veo lo mismo hoy que cuando empecé.
Lo chistoso es que nos las cuelan a tutiplén y nadie se acuerda de ser el niño de la parábola viendo al emperador desnudo. ¿Usted firmaría un recibí por un dinero que no va a cobrar? Nadie en su sano juicio se cree la bola esgrimida ante el juez Ruz por el gerente del PP de Mª Dolores de Cospedal. ¿Pero es que estamos fabas, o qué? Y ahí, con su desfachatez, nos sueltan milongas que como autómatas digerimos sin pararnos a pensar. El milongismo va a ser la tónica que nos espera hasta el 2015. Mentiras a capazos que unos tragarán porque si no se quedan sin dar de comer a sus hijos y otros rechazarán de facto rebelándose mientas se dejan la piel desgañitándose en intentos sin futuro. Mientras sigamos votando mediocridad personal y ausencia de autenticidad seguiremos recogiendo más de lo mismo.  Por eso la única escuela de la que pueden salir en varias generaciones estadistas políticos con amplias miras sociales es la de obligarles a entenderse, a cuestionar sus decisiones, a ver otras perspectivas y sobre todo a ganar en humildad.


   

No hay comentarios:

Publicar un comentario